Y ahora, ¿qué?:
En primer lugar es necesario acabar con los espejismos de que la gente no se movilizará hasta que esté en situación socialmente desesperada. Es falaz y criminal como planteamiento. Tiene detrás el supuesto reaccionario del argumento “a este país lo que le hace falta es pasar hambre”...o una guerra. La prédica del cuanto peor mejor es desmovilizadora en espera de tiempos mejores que no llegarán sin una conciencia de clase, social y política de movilización y lucha. Los hechos objetivos, por sí mismos, no sirven de nada. Baste mirar cuántos países del mundo soportan calladamente las más terribles situaciones. Sin conciencia de la contradicción no hay combate.
Ello exige ante todo una labor política, sindical, ideológica sacrificada, lenta, apegada a la realidad que afecta a los trabajadores, capaz de hacer un discurso que una lo concreto y cotidiano con el horizonte transformador.
En lo ideológico supone la necesidad de hacer hincapié en la esencia del capitalismo, de la lucha de clases, de quiénes son los auténticos causantes de la crisis, en negarse al fatalismo de que no existen alternativas. No las hay dentro de este sistema pero sí en otro, más justo, igualitario, solidario y transformador del mundo. Se trata de hacer deseable la utopía socialista porque es necesaria y posible, aunque no forzosa ni ineludible sino dependiente de la voluntad de los trabajadores.
Eso supone que las luchas del movimiento obrero necesitan una dirección política, unas perspectivas de salida a esta crisis creada por el capital que no puede significar la restitución a un momento anterior a la misma, porque mucho antes el estado de las cosas ya estaba siendo alterado (Maastrich, objetivos de déficit 0, venta de las empresas públicas, pequeños pero paulatinos recortes al Estado del Bienestar, pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios en los últimos 30 años, endeudamiento progresivo de las familias, vida a crédito,...). La única salida a la crisis es la que suponga derribar el sistema que la ha creado para edificar otro alternativo.
Implica también recuperar un discurso unitario y de alianzas de los trabajadores con las clases medias porque la hegemonía del sermón de los voceros del sistema y de quienes aplican las políticas antisociales consiste en enfrentar, no clase contra clase, sino “todos contra todos” (trabajadores del sector privado contra funcionarios, obreros contra asalariados de clase media, nativos contra inmigrantes) cuando lo cierto es que hay una contradicción fundamental: capital vs. trabajo.
En esa labor ideológica es insoslayable la necesidad de convencer a los trabajadores de que no hay esperanza de salida a esta crisis capitalista desde el propio sistema, ni siquiera con su sacrificio ante el altar del dios Moloch del dinero. Los trabajadores con conciencia de clase media deben saber que lo que temen perder y les paraliza lo perderán inevitablemente si no luchan (trabajo, vivienda, Seguridad Social, desempleo, pensiones, educación gratuita, sanidad,...y tantas conquistas logradas con el sacrificio de generaciones anteriores de luchadores)
En lo social y sindical es necesario recuperar un sindicalismo combativo y de clase.
El nuevo pero eterno sindicalismo que hay que recuperar, el combativo y de clase, vendrá de su unidad de acción, de su capacidad de tejer solidaridades entre todos los trabajadores, de unas luchas con otras, de su capacidad de superar las tentaciones locales a nivel de Estado y nacionales para proyectar su internacionalismo en proyectos de transformación y movilización globales y supranacionales (el llamamiento a las Eurohuelgas debe de ser algo más que un lema para convertirse en el clamor de una necesidad colectiva), con vocación continental y mundial, y sin exclusiones apriorísticas, basadas en ninguna primogenitura ni pureza sino en la voluntad de confluir y hacer de muchas pequeñas realidades un propósito más grande que la suma de sus integrantes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario