A pesar de la inmensidad y enorme riqueza biológica que encierran, nuestros mares y océanos son frágiles, muy poco conocidos y especialmente vulnerables a las amenazas. Solamente y en la medida en que los seres humanos empecemos a valorar, cuidar y respetar a la naturaleza podremos disfrutar de todos los beneficios que proporcionan estos increíbles ecosistemas
Mar, nombre genérico que se utiliza para designar todas las aguas saladas que cubren una gran parte de la superficie de la Tierra. Este nombre se aplica, a menudo, a superficies marítimas que se extienden a orillas de los continentes, y a masas de agua salada que, como el mar Mediterráneo, parcialmente rodeado por tierra, son más pequeñas que un océano, al que generalmente están conectados. El nombre también se utiliza para referirse a masas de agua salada situadas tierra adentro.
Sin el mar no hubiera sido posible la vida en nuestro planeta. Sin embargo, a pesar de su inmensidad y la enorme riqueza biológica que encierran, nuestros mares y océanos son frágiles, muy poco conocidos y especialmente vulnerables a las amenazas. El crecimiento insostenible de la población y el incremento de la demanda de recursos que conlleva han generado el principal problema al que se enfrentan en la actualidad nuestros mares: el agotamiento. Asimismo, las actividades humanas como la pesca, el desarrollo costero intensivo, la contaminación y el cambio climático están poniendo en peligro su salud.
La contaminación de los mares, lagos y ríos atenta contra la supervivencia de los ecosistemas que en ellos habitan, además de ser un peligro para la salud humana, ya sea por la ingesta directa de agua contaminada o por el consumo de animales (peces, moluscos) contaminados.
Cuidemos nuestros espejos de agua, no permitamos que se ensucien, exijamos a nuestros gobernantes medidas para su protección.
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