Si difícil y penoso va a ser para  España salir de la crisis, muy complejo y lento se aventura el proceso para la  ciudad de Jerez. Prometer creación rápida de empleo en la ciudad sería de un  populismo insensato. Jerez ha vivido en los últimos años al impulso del  ladrillo. La vivienda ha sido en años pasados un refugio de la inversión  especulativa. La construcción movía otras empresas, los transportes, los  oficios, tiendas de muebles y electrodomésticos, etc. Un ejemplo de lo que ha  sido apostar por un desarrollo económico insostenible.
Jerez vive básicamente de los  servicios que una aglomeración de más de 200.000 personas se prestan mutuamente.  La apuesta, casi exclusiva, por ser “ciudad de servicios” nos ha llevado  al estado actual. El desarrollo de grandes superficies comerciales –en mano de  grandes multinacionales- sólo crea trabajo precario y mal retribuido. Además, el  exceso de grandes superficies – relativamente mayor que en ninguna otra parte de  Andalucía- ha provocado el derrumbe de los negocios tradicionales y está  arruinando al comercio del centro. 
Por otra parte, la actividad  turística ha dejado de crecer y va en retroceso. Es difícil desarrollar un  turismo cultural en una ciudad en ruina y abandonada que asusta a cualquier  turista, fruto de una política urbanística especulativa y errónea, que ha  descuidado hasta el extremo el patrimonio histórico. Se impone un metódico plan  de rehabilitación patrimonial. A ello hay que sumar el cierre, inexplicable por  tanto tiempo, del Museo Arqueológico, la carencia de otros museos, etc. Tampoco  ha atraído turistas la situación de cercanía a las playas, pues el clima  caluroso de Jerez en verano no atrae ni a los propios  jerezanos.
Jerez sigue inmersa en proyectos  fantasiosos de marketing político que sólo crean frustración en la ciudadanía,  pues no cumplen las expectativas de creación de trabajo. Desde  “Sherryworld”,  pasando por  “Speed Festival” hasta las fantasiosas “ciudades de lo que sea”   y otras ocurrencias de alto coste y escaso trabajo estable.  Jerez no se  convirtió en un referente del caballo, como se nos hizo creer en los Juegos  Ecuestres de 2002 (“cuestren lo que cuestren”), comienzos del  despilfarro  que conllevó al estado de ruina actual de nuestro Ayuntamiento. La  ciudad del flamenco es un bluff que lleva gastado mucho dinero para tan  poco resultado, etc. 
El gran problema de Jerez es que es  un desierto industrial. Jerez debe cambiar drásticamente sus planteamientos  económicos. No existen industrias tecnológicas. Aquí se llaman “Polígonos  Industriales” a centros comerciales o almacenes de difusión de mercancías,  pero no hay actividad industrial. La gran esperanza se llamó Parque Tecnológico  Agroalimentario (aquél del que se dijo que crearía 15.000 empleos), pero parece  que no habrá industrias de transformación de productos agrícolas, sino centros  de investigación subvencionados y almacenes de productos varios.  Si esa es la  línea, no será la panacea contra el paro en Jerez.
El desmantelamiento industrial que  ha padecido Jerez en los últimos años es un hecho. A la crisis de las bodegas,  les siguió la de los embalajes y artes gráficas, industrias en la que Jerez era  puntera. A pesar de tener buenas perspectivas por la apertura de nuevos mercados  de países emergentes, la industria vinatera jerezana apenas si se mantiene entre  alfileres. No crea ya trabajo, sino que los destruye. Algunas firmas viven casi  exclusivamente del turismo enológico. A pique se fue la azucarera de  Guadalcacín, desmantelándose muchos cultivos de remolacha. Otros proyectos de  fábricas agropecuarias no han cuajado nunca (lácteos, harinas, etc.).El cierre  de la fábrica de botellas, último buque insignia de lo fue una ciudad  industrial, es un eslabón más en la continua pérdida de puestos de trabajo en la  industria jerezana. Proyectos atractivos como una fábrica de todoterrenos  marchan tan lentos que nadie confía realmente en ellos, sobre todo cuando su  creación es a base de recoger antes subvenciones públicas.  
En otro orden de cosas, los  tradicionales cultivos agrícolas hace ya tiempo que no mueven la economía de  Jerez.  La globalización económica aplicada a la agricultura tradicional se  traduce en que todo lo que se trae de fuera sale más barato y es difícil  competir. Este hecho está provocando que se deje de cultivar, pues no se cubren  gastos de producción. Hay muchas posibilidades de cultivos alternativos, pero no  se desarrollan porque no reciben la ayuda clara de las instituciones para  prosperar sus proyectos. El futuro de las viñas y de los pequeños viñistas es  incierto, si no se mantienen ayudas para mantener este rico y tradicional  paisaje agrícola y este antiquísimo modus vivendi.
Aquí hay un pequeño esbozo de la  realidad de Jerez. La carestía de industrias y una población activa numerosa  puede conducir a los jerezanos al paro, al subsidio o a la emigración. Pero hay  soluciones. El futuro económico pasa irremediablemente por crear industrias. La  industria agropecuaria y de transformación de alimentos, así como industrias  tecnológicas aplicadas al mismo sector, debe ser el futuro económico de Jerez.  El desarrollo de cooperativas de producción enfocadas a este sector debe ser una  prioridad política. Todo ello dentro de una economía sostenible, donde las  relaciones económicas sensatas y no burbujas especulativas y pasajeras, hagan  crear empleo perdurable y de calidad en nuestra ciudad. En la medida que los  jerezanos sepamos coordinar a agricultores y empresarios, cooperativas, cultivos  alternativos e industrias de transformación agropecuaria y de tecnologías  aplicadas, así como la vital financiación que haga posible este nuevo panorama  industrial, habremos despejado un incierto futuro para nuestros  hijos.
                                                                                   Jesús Caballero Ragel
                                                                                   Consejo Local de IU-Jerez.